Héroe por dos

     Con este relato se me ha ido un poco de las manos en todos los sentidos. Mira que he escrito cosas raras, pero esto sobrepasa los límites. La narración es muy simple, no tiene un argumento muy elaborado ni personajes muy desarrollados. Pero no sé por qué de alguna forma me gusta el resultado. Es corto, sencillo y conciso. No es una historia para enmarcar, pero se ha ganado un hueco en el blog.





     No sabría decir cómo, pero sé que todo empezó allí. En el derecho, si miras de frente. Aunque depende de cómo lo mires, se podría decir que empezó o que terminó.
      Nací en el momento indicado en el que tomando las decisiones correctas, pudiese alcanzar el objetivo con el que todo espermatozoide sueña. Nací en el seno de una familia adinerada, en el que sin problemas podría haber partido a donde todos parten y en primeras filas. Pero decidí interponer el amor al deber, y me casé con la que fue la madre de mis hijos. Un error muy acertado, debo reconocer.
     Después de casarme con Susan, nos compramos una casa en un pueblo apartado, y formamos una familia de espermatozoides como otra cualquiera. Tuvimos un hijo y una hija, y pudimos vivir bastante bien durante bastante tiempo. Hasta que la empresa donde yo trabajaba quebró, y me vi en la calle.
     Estuvimos un tiempo viviendo de los ahorros de una vida, hasta que al final conseguí de nuevo trabajo en un restaurante de comida rápida. Era lo justo para mantenernos, hasta que Susan quedó embarazada del tercero. Ahí supe que era el fin de nuestra familia tal y como la conocíamos.
     Tenía que marcharme. Mi primogénito ya era mayor, tenía ocho días ya, así que podía encargarse de mi trabajo en el restaurante. Susan podría encontrar otro que pudiese darle lo que yo no pude. Solo lo sentía por la pequeña Melany, que a sus dos horas de existencia no entendería por que su padre había desaparecido sin decir nada. Como no fumaba ni siquiera pude decir que iba a por tabaco.
     Así que un día tomé la decisión, y después de acostar a mis hijos y darle el último abrazo a la mujer que amaba, partí dirección: La gran Torre. El lugar donde todos parten. No tenía dinero para pagarme un buen sitio, así que tendría que ir en las últimas filas. Lo más probable es que tuviese donde tuviese que ir, llegase el último.
     Al llegar a la torre no tuve que inscribirme en ningún sitio, simplemente me puse con los demás a esperar el momento. La gente comentaba sobre qué iba a hacer una vez hubiese llegado al más allá.
     -Pues yo cuando llegue me voy a hacer un sándwich mixto, y después me buscaré una buena mujer.
     -Yo con que se viva un poco mejor que aquí me conformo.
     -Espero que dejen fumar.
     En aquellos momentos yo solo podía ponerme a filosofar, a pensar en qué corta es la vida de un espermatozoide, que cuál será nuestra función en el universo, qué habría pensado el gran Espertóteles o el sabio Despermas. Un día tienes una familia y otro estás partiendo vete tú a saber dónde.
     Sonó la alarma. Saqué de mi cartera la foto que tenía con mi esposa y mis hijos, y la apreté fuerte. Los iba a echar de menos. Pero aquello era lo correcto. Todos empezaron a empujarse y a pegarse para poder estar un poco más delante. Yo me mantenía como podía en mi lugar.
     Aquellos tres minutos y medio que duró la alarma se me hicieron los más largos de mi vida. Pero al fin empezaron los lanzamientos. En el tercero fui yo, disparado con fuerza con otros muchos. Atravesamos la gran torre para salir de ella, y acabar en un lugar estrecho y muy frío. Parecía una larga cueva con las paredes mojadas.
     Todos estábamos desconcertados en un primer momento, hasta que el instinto nos dijo lo que teníamos que hacer: correr. Empezaron de nuevo los empujones y los golpes, pero esta vez fueron mucho peor. Algunos se quedaban pegados en las paredes de la cueva, otros se asfixiaban y se quedaban atrás, otros simplemente morían por los golpes que recibían de los demás. Yo iba avanzando puestos como podía evitando ser golpeado y administrando mis fuerzas para no quedarme sin ellas en el peor momento.
     Aquello era una masacre, peor que la Guerra del Izquierdo, en la que murió mi abuelo. Fuimos siendo cada vez menos, hasta que solo quedamos cuatro. El camino llegó a ser tan estrecho que solo cabíamos de uno en uno, pero al final llegamos a un sitio más abierto. Allí había una esfera gigante con muy mal aspecto, que cuando nos vio llegar dijo:
     -Habéis sido afortunados de llegar hasta aquí. Nunca nadie lo había conseguido antes. Pero siento deciros que solo puede quedar uno, así que luchad hasta que así sea.
     Nos miramos entre los cuatro, y decidí que por una vez me iba a esforzar en aquel viaje. Por Susan. Por mis hijos. Fue una larga lucha que terminó con mi victoria, así que la gran esfera se acercó a mí y me dijo que simplemente fuese hacía ella. Y eso hice. Así fue como quedamos unidos para siempre. Así fue como entendí que desde el principio había estado destinado a fecundar aquel óvulo, que gracias a mis decisiones no había terminado en un trozo de papel higiénico o en un condón. Las decisiones que había tomado y mi determinación en el momento adecuado, hicieron que me convirtiese en lo que soy ahora. Un humano.
     -Señor... Es una historia fascinante, con mucha acción, drama, y buenas aventuras. Pero, no cree que su biografía debería empezar un poco... ¿Más adelante?
     -¿A qué te refieres?
     -Que debería usted empezar por ejemplo contando su infancia, o su adolescencia. ¿No piensa que contar su etapa de espermatozoide es exagerar un poco?
     -En una biografía hay que contarlo todo para que esté completa, ¿no? No solo como humano, como espermatozoide también fui un héroe, el único en llegar a fecundar un óvulo. Debe ser contado al que quiera saber cómo ha sido mi vida.
     -De acuerdo... Y, ¿lo pongo como prólogo, o como capítulo uno?
     -Ponlo como capítulo uno, todavía no te he contado cómo de ser una célula con cuarenta y seis cromosomas me tuve que dividir por la mitad para ser una con veintitrés.
(15/11/2016)

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