Mi búnker

     Es un poco más corto de lo que esperaba, y difícil de entender si no eres yo, o al menos entender lo que yo entiendo. Pero el concepto del búnker (chupito por cada vez que lo repito) y la zona de confort me gusta bastante. Lo empecé de madrugada en un viaje en bus, y lo he terminado después de tres días. Que a nadie le importa, pero yo lo cuento. 







Me he construido en mi zona de confort
un búnker del cual solo pienso salir
para decirte que echo de menos tu olor.

Lo he decorado estilo la sala de espera,
de la consulta de un médico borracho
que lo cura todo con cerveza,
solo que ya nunca pasa consulta
porque está en su propia sala de espera
esperando a ser atendido por una botella.

Pensé en poner una recepcionista pero
mi gata aún no sabe coger el teléfono.

A mi búnker nunca pasa nadie porque
mi zona de confort ya está plagada
de gente a la que nunca invité a pasar.

Mis ganas de vivir hacen juego con
el marco sin cuadro que tengo en la pared,
y desde la ventana lanzo aviones de papel
con mensajes que solo un loco entendería.

A mi búnker nunca pasa nadie porque
no quiero que me pisen lo fregado.

Fingir que soy feliz es mucho más fácil
si solamente tengo que hacerlo conmigo,
también sé fingir que me lo creo.

A mi búnker nunca pasa nadie pero
a veces viene Hitler a suicidarse conmigo.

Y cuando por fin consigo escaparme
sin que nadie se dé ni cuenta,
encuentro un momento de evasión
en el que puedo estar aquí solo,
disfrutando de mi compañía,
de mi silencio, de mi protocolo,
justo cuando estoy cerrando los ojos
me acuerdo de que tengo que sacar al perro.

(21/02/2017)

Comentarios