170 poemas

     Después de ver la película Ocho millas, habiendo recopilado pequeños cachos de lo que eran intentos de poemas independientes y con la banda sonora de Shigatsu wa kimi no uso en mis cascos, surge esto. Se ve que no salgo de este estilo raro de escribir, pero tampoco me desagrada del todo. Por lo menos da gusto el hecho de que lo haya escrito de madrugada (entre las 2 y las 4), cosa que no hacía desde hace tiempo.









170 poemas se acumulan en mi mente
de los cuales 169 no valen la pena
y el restante va por el mismo camino.

Si parto de la base de que
es imposible gustarle a todo el mundo
entiendo que es posible
que pueda odiarme a mí mismo.

Tocar fondo se ha convertido en rutina
desde que cada vez que lo hago
me vuelve a sonar a hueco.

Algún día de estos dejaré
de escribir sobre lo que quiero hacer
y empezaré a hacer sobre
lo que quiero escribir.

Mi vida se resume en un continuo
sentimiento de culpa que no para
de decirme que debería estar estudiando
y según mis notas nunca le hago caso.

A veces me pasa que me deprimo
sin ningún motivo aparente
pero termino enfadado buscando
la razón por la que mi cerebro
ha decidido joderme el día.

Si mi madre me amenaza con
castigarme por cómo tengo mi cuarto
no me quiero ni imaginar lo que haría
si viese cómo tengo la cabeza.

Desde que mi miedo a la nada
y la poesía se conocen quedan
en la parte de atrás de mi encéfalo 
para reírse de mis problemas.

El secreto de la felicidad está
jugando al escondite en algún
lugar de mi mente esperando
a que alguien venga a encontrarlo.

Me gusta imaginar que si un día
me salto las leyes de la física
seré encarcelado en alguna prisión
de alguna galaxia muy muy lejana.

También me gusta imaginar
que consigo terminar bien un poema
pero tampoco quiero 
que me encarcelen ahora.

(05/12/2016)

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