Anónimo

     No sé cómo publico semejante mierda.



     -[...] y entonces le dijo: "no, pero me gustaría verlas". Anónimo, recopilatorio de historias populares, historia número quince.
     -Muy bien Manuel, buena... Aportación. Puedes sentarte.
     -Muchas gracias profe, ¿le puedo hacer una pregunta?
     -Sí, claro, por supuesto.
     -¿Quién es Anónimo?
     Después de un incómodo silencio, toda la clase, incluida la profesora, se echó a reír. No se habían reído con la historia, y se reían con una simple pregunta. A lo mejor es que tenía algo en la cara o algo. En todo caso, cuando ya no les quedaban ganas a ninguno de reír, la profesora me contestó como el que habla a un niño de tres años.
     -Anónimo no es una persona, Manuel. Es un concepto.
     -¿Cómo no va existir, si ha escrito esta y muchas otras obras? He visto su nombre infinidad de veces. Incluso escribió El Lazarillo de Tormes y el Cantar de mio Cid. Pero no hay fotos suyas por ninguna parte.
     De nuevo todos iban a empezar a reírse cuando sonó el timbre anunciando el final de la clase, y del día. Se les olvidó todo lo que había pasado y se centraron en recoger sus cosas e irse a casa. Yo me quedé allí de pie, esperando para que la profesora me resolviera mi duda.
     -Hay obras de las cuales no se conoce su autor, y quedan como anónimas, y por eso pone anónimo en algunas obras -hizo una pequeña pausa- y también por eso, obviamente no has encontrado ninguna foto de ningún anónimo. ¿Entiendes?
     -O sea que si de una obra, sea de lo que sea, no se conoce el autor, ¿se firma como anónimo sí o sí?
     -Veo que ya lo has entendido.
     -Entonces si me cambio el nombre a Anónimo, ¿sería como si yo hubiese escrito todas?
     Ahora sí que se empezó a reír. Esta vez no de forma tan exagerada, incluso parecía que esta vez no se reía de mí si no conmigo. Pero yo seguía sin ver qué había de gracioso en todo aquello.
     -No creo que funcione así, pero es una idea curiosa.
     Me fui a casa pensando en el tema. Me imaginé que había una persona llamada Anónimo a la que nadie ha reconocido nunca su trabajo porque se piensan que Anónimo es un concepto. Siempre había tenido una imaginación muy viva. Tanto que todavía no sé si lo que pasó es cierto o no.
     Pasaba por un callejón mal iluminado, y no me di cuenta de que un hombre iba a chocarse contra mí hasta que lo tuve justamente delante. Y nos chocamos. Mi cabeza contra la piedra que llevaba en la mano. Sobra decir que perdí el conocimiento.
     Me desperté en una habitación sin ventanas. Era una habitación normal, con todas sus cosas de habitación, eso fue lo único que me llamó la atención. Era un salón con su sofá -en el que estaba yo tumbado-, enfrente de su televisión, al lado su estantería con libros, su lámpara, y al otro lado su mesa grande y sus sillas grandes. Solo le faltaban las ventanas. Después de analizar el lugar me di cuenta de que no estaba atado a ninguna silla, ni amordazado, ni ninguna de esas cosas que esperas que te pasen cuando te secuestran. A lo mejor si me hubiesen pedido amablemente que viniese habría venido.
     -¿Qué crees que pasaría si te cambiases el nombre a Anónimo, Manuel?
     Me giré y en la puerta estaba quien supongo que me había traído allí. Un hombre sin rostro. Como te lo imaginas, sí, tenía cabeza y cara pero no tenía las cosas que tiene una cara normal. Y obviamente me asusté y no supe reaccionar.
     -No te asustes, te acostumbrarás -no tenía boca, pero hablaba con total normalidad-. Ya respondo yo por ti a la pregunta que te he hecho: no pasaría nada. Serías un gilipollas llamado Anónimo.
     Me daban más ganas de reír viendo como una persona sin rostro emitía sonidos vete tú a saber cómo que de seguir asustado. No entendía nada de lo que me estaba diciendo, hasta hace nada yo solo quería llegar a casa para comerme los macarrones que me había hecho mi madre.
     -¿O sea que tú eres el que pensó el chiste de Mistetas?
     -Sí, y todos los chistes que oyes contar al gracioso de turno. También he escrito varios libros. Y varias canciones. Pero eso solo es la punta del iceberg. Que también hice yo, por cierto. Todas las cosas que conoces de las que no se sabe su autor, las hice yo. Y vosotros buscasteis un nombre para aquello que no conocéis.
     Se había sentado en una de las sillas de la mesa, con el respaldo al revés, y en dirección hacia mí. Yo estaba cruzado de piernas en el sofá.
     -Pues... Enhorabuena. Buen trabajo, ¿puedo irme a mi casa?
     -Estás en tu casa. Durmiendo la siesta, vago cabrón. A partir del callejón ya estabas soñando, porque para ir del instituto a tu casa no pasas por ningún callejón.
     Razón no le faltaba. Me desperté sudando como pasa en las películas cuando te despiertas de un sueño así. Fui a lavarme la cara, pero no tenía. Menuda tarde me espera.

(23/04/2018)

Comentarios