Hazañas

     Todo esto surge obviamente de ese momento al despertar de una siesta interminable en el que no te puedes ni mover. Como siempre exagero un poco las cosas, pero si no qué gracia tiene escribir.









Momentos de incertidumbre,
no saber ni dónde estás,
tratas de moverte en vano,
parece no pasar el tiempo,
vuelves a cerrar los ojos
y comprendes que no es más
que una situación cotidiana
propia de cuando la siesta
se te va de las manos.

Llegan las ganas de ir al baño,
miro hacia la puerta
y me debato entre levantarme,
aguantarme o mearme encima.

Una vez alguien
miró hacia el suelo
y decidió andarlo.

Luego otro alguien
miró hacia el mar
y decidió atravesarlo.

Más tarde otro alguien
miró hacia el cielo
y decidió sobrevolarlo.

Incluso otro alguien
miró hacia la luna
(como si fuese el primero)
y decidió ir a pisarla.

Y a mí ahora mismo
se me resisten
una simple puerta cerrada
y un pasillo demasiado largo.

Pronto alguien
mirará a algún otro sitio
al que nadie se haya aventurado
y me dejará el poema incompleto.

Escribo esto sentado en el baño
y siento ser yo quien lo deje a medias,
pero ahora me ha entrado hambre
y la cocina está a dos habitaciones de distancia.

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